21.1.08

Yo le voy al mío, pero…

Nunca he sido una persona de meterse en peleas. Desde chico he tenido buen olfato para los problemas y siempre supe alejarme de ellos o utilizar la palabra como mi arma en las batallas. Aun así, recuerdo llegar al punto del toma y dame en dos ocasiones, en ambas fue mucho más dame que toma. La que más recuerdo fue una ocasión en la que en un momento de ira le plante senda cachetada al “bully” de la escuela. Acto seguido reboté por tres filas de pupitres. Al sonar el timbre de salida, sabía lo que me esperaba. La pelea con aquel niño, más grande, más fuerte y con más habilidad que yo, ya era el evento más esperado en todo el séptimo grado. Cuando llegó el momento en el que me encontré frente a él lancé como cincuenta golpes, conectando un par de ellos con fuerza. Mi contrincante tiro como 10, conectándolos todos con mucha fuerza. Al final apareció un tipo aun más grande que los dos y nos separó. El “bully” se fue satisfecho por un trabajo bien hecho, mientras que yo caminaba con los ojos llorosos, adolorido. pero con las palabras de aliento del único niño que iba a mi en la pelea: “Le diste y aguantaste todo lo que te tiró.” En otras palabras, perdí con dignidad. Mientras observaba a Tito enfrentarse a Roy Jones Jr. no pude evitar recordar aquel día.

Fuera de clase, así lució un Félix Trinidad que para no haber peleado en 2 años y medio nunca se vio fuera de forma. Tito tiro puños a granel, tratando de hacer lo único que realmente sabe, tirar rectas y ganchos de derecha buscando algún descuido en la defensa del oponente para poder conectar su golpe, el gancho de izquierda. En contra del deseo de Tito, las manos de Roy Jones Jr. nunca permitieron que apareciera ese espacio necesario para conectar la izquierda, aun cuando la mayoría del tiempo se encontraban abajo o en medio de algún baile tipo samba. Tito conectó buenos golpes en el cuerpo y varios jabs fuertes en el rostro de Jones, sin embargo el norteamericano se los sacudía como si se tratasen de picadas de mosquito. La pelea fue tan desproporcionada como lo que ya se esperaba de ella. ¿Cómo esperar que los golpes de un boxeador que nunca pudo demostrar ser un GRAN 160 libras, le hagan daño a un ex-campeón de los pesos pesados? Esas cosas sólo se ven en video juegos donde se puede fantasear y poner a pelear a Lenox Lewis contra Sugar Ray Leonard.

¿Qué aprendimos de todo esto? Nada nuevo. Sencillamente confirmamos lo que por muchos años ha estado claro. Félix Trinidad es una gran fuerza natural que destruye a sus oponentes con una avalancha de puños que dejan a su oponente viendo estrellitas como si el boxeo se tratara de una comiquita de la Warner Bros. Sin embargo desde su pelea con Oscar De La Hoya, su derrota por KO ante Hopkins y su bochornoso combate ante Winky Wright, está claro que cuando se enfrenta a un boxeador de verdadero calibre, Tito se pierde, siendo incapaz de adaptar su estilo ante la adversidad. ¿Por qué? Papá nunca le dijo qué hacer. Así de transparente lució esa verdad el sábado ante Jones Jr. cuando Tito claramente se llevó los primeros dos rounds y al menos tres de los primeros cinco, por el mero hecho de que estaba tirando más puños, no necesariamente que estuviese haciendo más daño. Y luego de que Jones terminó de estudiarlo y comenzó su plan de ataque, ahí encontramos nuevamente al boricua con la mirada perdida, sin ningún plan B, sin ninguna dirección, sin ninguna ruta alterna que explorar.

Si algo positivo podemos sacar del combate del sábado, posiblemente el último de la carrera de Tito, es que Trinidad demostró por qué mueve el corazón de tanta gente y por qué es un candidato seguro al Salón de la Fama del Boxeo. Aun cuando Jones lo derribó dos veces, aun cuando la fuerza y la rapidez jugaban en contra de él, aun cuando nadie creía que podría sobrevivir los 12 rounds, aun cuando no sabía que hacer, Tito no dejó de tratar, de lanzar golpes, de forzar el combate, de buscar su oponente. La grandeza de Trinidad es que sin importar qué, nunca dejó de luchar. Y es por ese legado que quiero aprovechar este espacio para agradecer a Trinidad. Gracias Tito por todas las emociones. Con tu humildad y tu valentía supiste unir a un pueblo que buscaba un líder que les recordará como levantarse del fango y luchar. Aun así, ya no hay nada más que buscar. La titomanía es cosa del pasado y ahí debe permanecer para preservar su legado. Pero si Tito opta por no retirarse, ahí estaré, como el resto del pueblo, con el corazón en la mano a su lado. Por que ayer y hoy yo le voy al mío, pero por que realmente me importa, prefiero que no lo lastimen más.

14.1.08

Por ahí viene el circo.

“¡Damas y caballeros, niños y niñas, abran sus corazones y dejen volar su imaginación. Por que hoy, y sólo hoy, el Gran Circo Americano presenta un espectáculo nunca antes visto en el mundo. Vengan a ver al único púgil intocable que ha sido derrumbado, no una, sino dos veces, enfrentarse a un gladiador retirado que en sus tiempos de gloria hacia que una isla indefinida se creyera nación. No hay títulos de por medio, no hay historias de venganza, ni siquiera una pelea interesante en el resto de la cartelera, eso sí el pay-per-view te cuesta lo mismo, por qué en el Gran Circo de Don King todo puede suceder.”

Ya se escuchan los anuncios, los carteles adornan todos los postes y callejones, la gente hace fila frente a la boletería, el circo ha llegado y el 19 de enero abrirá su magna carpa en el Madison Square Garden para presentar, por una sóla noche, un espectáculo de muy poco atractivo pero que por nostalgia, fanatismo o apatía de ir en contra de la corriente, todos van a ver.

“Trinidad vs. Jones,” en el 2001 mencionar esa frase hacía que el corazón de los amantes del boxeo estallará de fervor. Roy era considerado el mejor boxeador de sus tiempos. Era una bestia rápida, indomable, de golpes relampagueantes tanto en rapidez como fuerza. Tito era la sensación del momento. Luego de darle una estocada mortal a la carrera de Pernell Whitaker y propiciar la primera derrota a Oscar De la Hoya, el púgil boricua era el querendón del boxeo. Sin darse un momento para respirar y vivir el momento, Trinidad subía de peso enfrentándose a los mejores nombres de su tiempo. En apenas dos años regaló emociones, caravanas y días feriados a granel con impactantes victorias ante David Reid, Mamadou Thiam, Fernando Vargas, y William Joppy. Ya para ese último combate, Tito se encontraba en las 160 libras como el “wild card” en otro de los trucos promocionales de Don King. en dónde unificaría los títulos de los tres campeones mundiales en el peso mediano, para sacar un gran campeón. Con su victoria sobre Joppy, ya Tito era campeón en las 160 libras, sólo faltaba arrancarle los dos títulos restantes en los pesos medianos a Bernand Hopkins y Trinidad vs. Jones sería una realidad. Era una pelea que estaba destinada a pasar. Pero no pasó. Entre Trinidad y Jones se interpuso el septiembre 11, el escándalo de adulterio de Tito y una dolorosa paliza por parte de Hopkins que destruyó no sólo el record perfecto del boricua, sino el ego de un país que le creía invencible. Luego de una victoria rápida ante el francés Hassine Cherifi, Tito anunció un retiro prematuro aun cuando HBO, su fanaticada, y sobre todo el deporte necesitaban de la titomanía. Al parecer Trinidad vs. Jones no pasaría. Dos años más tarde, el Félix Trinidad que prometió no volver, regresaba al ensogado para medirse a un duro contrincante en Ricardo Mayorga. La contundente victoria resucitó la idea de una pelea entre Roy y Tito, pero las fulminantes derrotas de Jones Jr. ante Antonio Tarver y Glen Johnson ponían más a Trinidad en ruta hacia un desquite contra Hopkins que una pelea con un boxeador que lucía acabado. Aun en ese momento, una pelea entre estos púgiles hubiese sido muy importante. Sin embargo cada cual siguió su rumbo. Roy Jones Jr. vió su carrera desplomarse al perder por segunda vez contra Antonio Tarver y Trinidad se encontró nuevamente en el retiro luego de su pelea con Winky Wright en la cual lo único que ganó fue un amigo.
Desde entonces Trinidad no boxea y Roy Jones Jr. ha ganado dos combates poco atractivos antes peleadores que le buscaban sólo para apuntarse un “nombre importante” en sus resumés. Así 7 años más tarde, llega a cartelera una pelea que el destino más que trabajar a su favor, hizo lo que pudo para que nunca pasara. La única razón por la cual veremos a estas dos leyendas salir de los libros de historia y medirse en una riña en la que ningún crítico, cronista o experto del boxeo puede calificar como algo serio, es que el arquitecto de la misma está acabo. Así es, esta pelea ocurre por que Don King no tiene nada más atractivo que presentarle al mundo. Bob Arum y Oscar De la Hoya lo han sacado del foco de atención. Está tan desesperado que necesita resucitar a los muertos para meterse de nuevo en la industria. ¿Qué pueden ganar los gladiadores? Roy Jones Jr. podría apuntarse una estrellita con Trinidad y utilizar esa victoria para buscar un par de peleas importantes para tratar de terminar su carrera algo más cercano a la gloria de donde un día cayó con fuerza. Trinidad, es difícil encontrar que puede ganar de esta pelea. Por eso tantas personas piensan que ha vuelto al boxeo tan sólo por dinero. Trinidad tiene su lugar sembrado en la historia y el corazón de los boricuas. Su carrera es intachable y haber perdido con boxeadores de la talla de Bernand Hopkins y Ronald Wright no es motivo de vergüenza alguna. La realidad es que al final del camino Tito vuelve por que sabe que hay algo mal en su carrera. En mi opinión Tito nunca debió retirarse en el 2002. La derrota ante Hopkins fue una señal que le decía que necesitaba aprender cosas nuevas, buscar un nuevo entrenador, un nuevo manejador y reenfocar su carrera. Tito debió asociarse con De la Hoya y ser parte del futuro del boxeo. Luego de Mayorga, Tito tenía que cogerlo suave y no luchar tan rápido contra alguien como Wright en el 2005. Pero con la mismas personas dirigiendo su camino, cometió los mismos errores. Félix Trinidad es el típico caso del gran boxeador, mal dirigido. No es el mejor campeón de todos los tiempos, por que no lo entrenaron bien, no lo protegieron bien y en el momento crítico de su carrera lo llevaron a toda prisa y lo aconsejaron mal. En el 2008 Trinidad regresa, con la misma compañía que no supo protegerlo y nuevamente a un combate en el cual hasta el creyente más fiel dice: “yo le voy al mío pero…” Si Félix Trinidad gana esta pelea será el final de Jones Jr. y una gran sorpresa para todos. Y después de ahí, qué. ¿Tratar de conseguir una revancha con Bernand Hopkins que a sus 42 años luce tan peligroso como el día en que derribo a Tito? ¿Arriesgar su controvertible victoria en una segunda vuelta con De la Hoya para que el Golden Boy pueda decirle al mundo que el fue el verdadero ganador aquella vez? ¿Una revancha con Winky? ¿Una última pelea de Shane Mosley? Y por favor, que a nadie se le ocurra ni siquiera pensar en una pelea con Mayweather. La realidad es que no hay alternativas allá afuera para Trinidad. Tito tiene mucho que perder cada vez que sube al ring y muy poco que ganar. Lo único realmente interesante para el deporte y para la carrera del púgil sería, que si puede ganar esta pelea, luche a 12 asaltos el corazón de los puertorriqueños frente al querendón del momento, Miguel Cotto.

Pero para poder soñar en una riña Cotto vs. Trinidad tenemos que comprar la taquilla, y comernos un manzana, un algodón o una bolsa de pop corn en el circo de Don King. ¿El pronóstico? Yo le voy al mío, pero…