Clemente, una fuerza que transciende los planos de existencia.
Los ojos llorosos del venezolano Ozzie Guillén, los rostros de orgullo de Iván Rodríguez y Carlos Beltrán, la banda amarilla con las siglas RCW en la muñeca de los jugadores seleccionados al Juego de Estrellas 2006, las emotivas palabras del Comisionado Bud Selig, la fuerza de un aplauso de una ciudad que no le olvida, la sonrisa de agradecimiento de Doña Vera Clemente, son apenas seis ejemplos de la trascendencia de la energía que caracterizaba a Roberto Clemente Walker.
El pasado martes, 11 de julio, en la ciudad de Pittsburgh que le vió brillar, el comisionado del béisbol de las Grandes Ligas, Bud Selig, aprovechó para honrar la trayectoria de Roberto Clemente durante el Juego de Estrellas 2006. Al finalizar la cuarta entrada del juego, el Comisionado salió al campo para reconocer al máximo astro boricua con el Premio del Comisionado por “Hazaña Histórica” en honor a la vida de un hombre a quién describió como una leyenda. En representación del fenecido, su viuda Vera Zabala recibió el premio al compás de una emotiva ovación que se sentía aun a través del aparato televisivo.
Y es que la energía que se libera con tan sólo mencionar el nombre de Roberto Clemente te toca muy profundo, sin importar donde estés. Ese efecto lo evoca Clemente por que fue mucho más que un atleta. Los 3,000 imparables, las 14 actuaciones en el Juego de Estrellas, los 12 Guantes de Oro, sus dos anillos de campeón de la Serie Mundial, su premio al jugador más valioso de 1971, quedan en un segundo plano cuando conoces como pensaba y vivía Clemente. A diferencia de las grandes estrellas de hoy, que viven cada minuto de su vida calculada en dólares y centavos, el número 21 de los Piratas insistía que la responsabilidad de una estrella del deporte tenía que ir más allá de su actuación en el juego. Roberto decía que si tú tienes la oportunidad de ayudar a otros y fallas en hacerlo, estás desperdiciando tu tiempo en esta Tierra. Este pensamiento fue precisamente lo que lo llevó a su trágica muerte el 31 de diciembre de 1972, cuando el avión sobrecargado de provisiones para los damnificados del terremoto en Nicaragua desapareció en las aguas del Océano Atlántico.
Precisamente fue su entrega en vida y muerte a las personas que no podían disfrutar de las comodidades que su habilidad como deportista le permitía obtener, que hace que Clemente nos haga pensar qué es ser un héroe. ¿Es Batear el cuadrangular clave en la novena entrada para ganar el campeonato? ¿Es encestar 73 puntos en juego o correr 60 yardas para anotar un touchdown? Roberto Clemente fue un héroe real, un hombre que entregó su vida al servicio de todo aquel que le necesitará. Y por ser un verdadero héroe es que Clemente es una leyenda. Por qué más allá de ser un gran atleta al que te gustaría emular en habilidad, es el tipo de ser humano que todos aspiramos algún día ser.
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