8.2.06

Crónica de una muerte anunciada.


El día en que lo iban a matar, el béisbol puertorriqueño, se levantó a las 5:30 de la mañana para esperar al periodista que le preguntaría sobre como dejó escapar un juego más. Había soñado con el Dream Team de 1994 y cómo una multitud de fanáticos aplaudían mientras cantaban a coro “Puer-to-Ri-co”, y por un instante fue feliz en el sueño, pero al despertar se encontró salpicado por la mirada burlesca del resto de los países caribeños. «Siempre soñaba con la fanaticada», me dijo Lino Rivera, uno de los pocos que creían en él antes de su muerte, evocando los pormenores de aquel lunes ingrato. «La semana anterior había soñado con que las estrellas de las Grandes Ligas jugaban en la Isla todos los inviernos y el parque se llenaba de niños y adultos, buscando tener un encuentro con sus astros», me dijo. Lástima que ni Lino, ni Mako, ni Benjamín Rivera, ni siquiera el mismo béisbol pudieron reconocer el presagio aciago que tenían de frente.

Y así, como la muerte de Santiago Nasar, la muerte del béisbol puertorriqueño era de conocimiento de todos.

- Lo sabían los Grandes Ligas y dejaron de participar en el Torneo Invernal.
- Lo sabía la fanaticada y dejaron de ir a los parques.
- Lo sabía la Liga y dejó de organizarse, dejando todo al azar.
- Lo sabía la prensa y dejó de darle cobertura.
- Lo sabía los equipos de las Mayores y dejaron de enviar sus mejores prospectos.
- Lo sabía la juventud del país y dejaron de practicar el deporte.

Todos lo sabíamos y aunque nadie quería que el béisbol de aquí muriera no hicimos nada para impedirlo. Nos hicimos de la vista larga cuando los Grandes Ligas dejaron de participar. Nos dijimos nada cuando desparecieron franquicias clásicas como los Senadores y los Cangrejeros. Y cuando alguien quiso decir algo sobre el estado crítico del draft le dimos más importancia al fútbol, al basket o al voleibol.

Pero a diferencia de Santiago, que cada vez que se lea su historia, los mensajeros no llegarán, la puerta de la casa no se abrirá, los cuchillos no fallarán, la historia de la muerte del béisbol boricua tiene una esperanza de cambiar. La esperanza de que en marzo el orgullo por la patria y el gusto por jugar en casa vuelva nacer en los corazones de los Grandes Ligas con el World Baseball Classic y se reporten cada noviembre a fomentar el deporte. La esperanza de que el gobierno reconozca la importancia socioeconómica del béisbol en Puerto Rico como generadora de valores y empleos y le ayude a revivir. La esperanza de que la prensa reconozca que con hablar de las glorias del ayer no ayuda al conocimiento popular de la calidad de jugadores que se presentan en cada invierno como los Gotay, los Ríos y los Cintrón. La esperanza de que el fanático vuelva a sentir ese fuego por defender y apoyar a su equipo reconociendo que sin importar que franquicia gané, al final TODOS GANAMOS.

Santiago Nasar siempre va a morir, esa fue la disposición del maestro García Márquez, depende de TODOS nosotros determinar si el béisbol en la Isla sufrirá esa misma suerte.

1 Comments:

Blogger Mara said...

Me encanta este articulo y desconocia el estado critico de la pelota en la Isla. Hay que hacer algo, porque para muchos muchachitos esta es su alternativa a estar en la calle, enfrentandose a sabe Dios que cosas.

4:28 p. m.  

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